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ougi1Oshino Ougi es Oshino Ougi. En toda ocasión en que uno mencione algo relacionado con esa estudiante de traslado la plática termina siempre con la misma conclusión. Si uno menciona su nombre, la discusión ya no puede ir por otro lado. Por supuesto, ya entrados en el tema, alguien siempre es alguien. Es imposible para alguien ser una excepción a eso, y esta persona es un ejemplo extremo de ello. Hanekawa Tsubasa es Hanekawa Tsubasa y Senjougahara Hitagi es Senjougahara Hitagi, tal y como Araragi Koyomi es Araragi Koyomi. En todo caso, Oshino Ougi es muy Oshino Ougi. A diferencia de alguien más, ella es solo Oshino Ougi. Justo como decir «no me gusta lo que no me gusta» o «lo malo es malo», Oshino Ougi es Oshino Ougi, y no hay discusión que valga, porque esta es una verdad absoluta. Su existencia está tan anormal y claramente definida, decidida y es tan sólida que se ha vuelto una certeza matemática: sí, eso es Oshinoougiesco.

Por cierto, hablando de matemáticas, ¿conocen la más notable fórmula en las matemáticas? No, no les haré decir que no saben; lo recordarán. Personalmente no puedo hablar de su importancia matemática, pero me gusta pensar que esta es la más bella ecuación en la historia de la humanidad: e^iπ + 1 = 0 . Se trata de la identidad de Euler. Si hubiese un dios en este mundo, esta ecuación, tan elegantemente modelada con la base del logaritmo natural e, π, el número imaginario i y 0 en una simple fórmula, sería elegida como la más poderosa evidencia de su existencia.

La parte interesante, o más bien la parte hermosa, es cómo esta ecuación es una verdad absoluta. En otras palabras, el papel del hombre al definir la identidad de Euler no fue el de creador, sino el descubridor, y si la humanidad no hubiese existido y no hubiera ningún organismo lo suficientemente inteligente para concebir ordenar la base del logaritmo natural, π, un número imaginario, 1 y 0 de esta manera, incluso así la suma de e elevado al producto de π e i sumado a uno seguiría siendo cero.

Es verdaderamente hermoso, pero si lo piensan un poco, también es aterrador. Por alguna razón el mundo contemporáneo —la palabra mundo es ambigua en sí misma— tiende a cambiar, transformarse, conmocionarse de forma tan fácil, ser el lugar en el que el sentido común del ayer se vuelve hoy anormal, donde las reglas de la mañana contradicen las reglas de la noche, sin que haya una razón aparente. Sin metas ni lugares adónde ir, deberíamos al menos tener la esperanza de algún futuro incierto: debería sentirse así, pero en realidad, ¿el futuro, en otras palabras, lo desconocido, no sería algo que ya ha sido decidido desde el principio y nosotros simplemente no lo sabemos? ¿Lo desconocido no sería simple ignorancia?

Cuando una persona que no conoce π hace un cálculo y divide la circunferencia entre el diámetro, el resultado sigue siendo π. Aunque Einstein mostrara con claridad el plan, la teoría de la relatividad estaba allí desde hace mucho tempo. Incluso si uno no conoce a Bethoven, si uno toca su música nota por nota, entonces aun así sonaría como la Sinfonía No.5 en C menor. ¿Qué? ¿No sienten la pasión? ¡Entonces interprétenla con pasión! Inclusive si uno no fuese el naturalmente talentoso Vincent van Gogh, si se usaran los mismos trazos, la misma presión en el pincel, las mismas pinturas que él empleó en el mismo ambiente, desde su misma perspectiva, y empleando las mismas flores como tema, entonces un amateur bien podría reproducir Los girasoles. Si dejas a un mono golpear las teclas de una máquina de escribir, este podría ser capaz de recrear la obra de Shakespeare.

La respuesta no cambia, las reglas no cambian. Cuando las personas piensan acerca del cambio o tienen la impresión de poseer algo nuevo, no se trata más que de una cándida ilusión, cuando en realidad hubo una ejecución por completo diferente.

Usando esta definición, en este mundo, incluido el futuro, no hay un gran desconocido y nada es vago a nivel atómico. Solo hay leyes autoritarias de «si esto pasa, el resultado es este». De la misma manera que «no me gusta lo que no me gusta» y «lo malo es malo», las cosas que se deciden han sido en verdad decididas, y no hay lugar para influir en eso, ni hay un hueco en el cual ocultar la cabeza. Por lo tanto una idea no es más que recordar, un invento no es más que un descubrimiento. Incluso ese descubrimiento podría ser un redescubrimiento —incluso para un problema exageradamente difícil por cuya resolución me he estado rompiendo la cabeza, quizá ya hay una respuesta en alguna hoja en algún lado; incluso mi prueba y error podría equivaler a darle vueltas a un destino— si un observador estuviera presenciándolo.

Un observador.

O podría ser una excentricidad.

En todo caso, Oshino Ougi, en el caso de esa nueva estudiante, incluso si se tratase de la belleza de la identidad de Euler, podría presentar alguna objeción.

Como la siguiente.

—Sí, de verdad que es hermosa, Araragi-senpai. Es tan hermosa que me podría desmallar. La parte más bella es que la respuesta es cero. Aunque para mí, si la respuesta ha de ser cero, eso me hace pensar que no hay necesidad de calcularla o siquiera mencionarla.

Al escuchar esto se me vino a la mente la idea de que Oshino Ougi es Oshino Ougi, y que no hay otra forma de expresarlo. Todo frente a ella es cero, sin importar que lo que haga no sea propio de ella, todo terminará volcándose a su favor. Como sea, esta historia es una historia sobre matemáticas.

Estudiemos.

Si digo matemáticas los lectores podrían sentirse incómodos, así que lo descompondré para expresarlo con la palabra aritmética: podría decir que esta es una historia de números. Esta es una historia donde la respuesta está decidida por la frecuencia de los números, es decir una historia acerca de la regla de la mayoría.

La regla de la mayoría.

El único método que puede volver los errores en una verdad.

La ecuación donde, a través del uso de ladrillos de construcción, lo que buscaremos es la conspiración y no la felicidad.

Nuestra expresión de desigualdad. Nuestra expresión de injusticia.

Esta podría ser la única cosa que el hombre de verdad ha inventado, y esta es la peor ecuación en la historia de la humanidad.